¿A quién no le gustan los pompones? A mí me encantan desde siempre. Durante años llevé uno como llavero que me había hecho con todo cariño una abuelita en un centro de mayores en el que trabajé.
Hoy os enseño qué he hecho con unos cuantos:
¿A que queda chulo? Os voy a contar la verdad. Yo siempre he hecho los pompones a la antigua usanza, es decir, dos cartoncitos, miles de vueltas... etc. Hace poco descubrí la existencia de unos chismes que facilitan bastante la labor y, como vi que eran baratitos, los encargué.
Pensé que lo primero que haría al recibirlos sería un ramo, pero no lo puedo evitar, lo confieso: soy una auténtica ansiaviva de manual. Fue pensar en el ramo, y olvidarme del pedido por completo. Por supuesto busqué inmediatamente un trozo de cartón para empezar hacerlos esa misma noche. Lo que os decía: no tengo remedio.
Ahora me he prometido a mí misma no pensar en más cosas para hacer con los pompones hasta que tenga en mis manos los cacharros ;)
Pensé que lo primero que haría al recibirlos sería un ramo, pero no lo puedo evitar, lo confieso: soy una auténtica ansiaviva de manual. Fue pensar en el ramo, y olvidarme del pedido por completo. Por supuesto busqué inmediatamente un trozo de cartón para empezar hacerlos esa misma noche. Lo que os decía: no tengo remedio.
El florero es una botellita de Ikea que utilizaba como florero en mi mesa cuando iba de mercadillo. Ay, qué buenos recuerdos!! Los tallos son alambres parecidos a los cierres del pan de molde, forrados con lana verde oscuro.
Así ha quedado la base de los alambres:
Estoy muy contenta con el resultado y además queda genial en el rinconcito que lo voy a poner, le da mucha alegría.
¡Espero que os haya gustado!